Los tacones del terror

No suelo ver televisión, prefiero leer, -seguro muchas de ustedes me entienden-. No hay nada interesante que ver, propaganda tras propaganda. En medio de mi aburrimiento veo un programa de modas. Moda, moda, moda. 

Una mujer se desliza por las calles agitando su larga y brillante cabellera, posee una esbelta figura, tiene un aire de seguridad al andar, separa un poco sus rojos labios en un gesto de sensualidad, le guiña el ojo a un hombre atractivo que camina junto a ella, él se gira para seguir mirándola. Miro hacia sus pies, veo el más exquisito par de tacones. Sus piernas se ven largas y contorneadas. Y pienso -Está bien, yo quiero eso-, aunque poco se ajustan sus proporciones a las mías.

Unos días después da la casualidad de pasar por una tienda que tenía unos tacones casi idénticos a los que vi por televisión. Quince centímetro de pura sensualidad.

Entro a la tienda y me los pruebo, calzan perfecto, me levanto y noto que quizá sean algo difíciles de manejar. Pero los vuelvo a mirar, son tan lindos y brillantes. Sin pensármelo dos veces, los compro. 

Una vez en casa, vuelvo a probármelos  doy un paso y siento que el peso de mi cuerpo tiene una inclinación anti-natural. Doy otro paso, y caigo al suelo. Me culpo a mí misma, y digo que con más practica podré llevarlos como en la publicidad. 

Por lo siguientes días practico con ellos dentro de mi casa, y aunque es complicado mantener el equilibrio no vuelvo a caer. Creo que soy una experta en altísimos tacones.

Me invitan a una elegante fiesta, para una de las tantas festividades celebradas en el país. Me pongo un lindo vestido que hace juego con mi nuevo par de tacones. Aplico con cuidado mi maquillaje y mi peinado.

Subo al taxi que me conducirá. Una vez en el asiento puede sentir mis rodillas en mi garganta prácticamente, debido a la elevación absurda de mis piernas. Llego a mi destino. Bajo del taxi, miro a ambos lados de la calle, no vienen autos así que puedo cruzar tranquilamente. Mi bolso cuelga de una de mis manos. El viento se agita mientras camino sensualmente. Me debo ver tan segura y sexy como la chica de la televisión.

Doy otro paso, siento la incómoda inclinación que hace que mi peso vaya hacia adelante. Otro paso, ya no me siento segura en estos zapatos. Otro paso y caigo de bruces en medio de la calle. 

Tal como en una comedia romántica, se acerca un atractivo moreno a ayudarme a levantar. El problema... mi vestido se subió hasta mi cintura y todo el mundo puede ver mis blanco trasero. Mis rodillas se raspan y sangran, rompiendo y manchando con sangre mis panty-medias. La tierra ensucia mi vestido, mis piernas y mi bolso. 

Y ahora viene la parte que no salió como en una película. Claro, él tipo ayudó a levantarme, me dio una mirada divertida y luego no pudo aguantar la risa... 

No, por supuesto que no lo conocí, no intercambiamos nombres o promesas. Él sólo se alejó de mí, una vez que vio que estaba de pie.

Terminé sin zapatos, cojeando hasta la fiesta, sólo para entrar corriendo al baño y tratar de salvar algo de mi dignidad. La noche al final fue bastante divertida, luego que cambiara mis zapatos por unos más bajos y descubrí que no los necesitaba para sentirme segura. Si no más bien todo lo contrario. Nada sacaba con decir -estúpidos zapatos- si la estúpida fui yo al comprar algo tan incómodo y que lleva a una posición que no es natural en el cuerpo. 

Y por cierto, aún me pregunto, ¿cómo diablos consigue una mujer usar esos tacones sin caer? y si es que lo logra. ¿cómo trata luego con el dolor de pies?