sábado, 26 de enero de 2013

Mi entrada al blog


(La brillante historia de cómo llegué aquí y las cosas que publicaré... estimado lector -Si es que realmente existes y no estás sólo en mi imaginación- espero te guste el tema random del blog, si no... pues al diablo, nadie te manda a leer porquerías encontradas en internet.) Saludos cordiales :D 

Muchos años atrás, cuando se creía que mi caos mental podía ser reparado, el terapeuta de turno me recomendó escribir para poder liberar tensiones provocadas por episodios iracundos, atribulados y otros.  Por supuesto, no hice caso –la escritura está entre mis aficiones no desarrolladas.-  A mi parecer unas líneas cargadas de sentimientos confusos, cursis e incomprensibles no ayudarían a la búsqueda de mi verdadero yo, que aún hoy por hoy, no estoy segura de haber encontrado.

¿Quién diablos querría leer mi opinión?, ciertamente yo no le doy aquel beneficio a cualquiera.
Día a día me topo con historias de todo tipo relatadas en las redes, a las que no dedico más de tres segundos de lectura rápida sin que el aburrimiento me envuelva y mi atención se enfoque en otra cosa. Como por ejemplo aquella linda foto del gatito abrazando un conejo de peluche.  En su mayoría, pero no de forma exclusiva -para ser justos- porque tratan de consejos filosóficos que caen en lo grave o palabras rebuscadas que rehúyen a mi línea de pensamientos (¿egoísta, egocéntrica, ignorante? Sí, muy probable).
Pero que molesto me resulta leer algo como “Nos amamos tanto como el cielo es azul”, ¡por favor! si todos sabemos que el cielo es rojo. Logrando así, sólo unas pocas personas, que lea sus palabras bien conjugadas mezcladas con esencias personales para darle aquel “Je ne sais quoi” indispensable para la lectura. Además, seamos honestos, nadie se toma el tiempo de leer el texto de un aficionado, -es que era muy largo- o –es que era muy estúpido- son las escusas más frecuentes, quizás en mi caso la falta de talento me encasilla en la segunda opción.

Con todo, para poder leer mis propias líneas y darles algo de sentido, a veces debo –con mucha espontaneidad, por cierto- imaginar las palabras dichas con un acento exótico, para darles el toque de intelectualidad que escasea e incluso suenen hasta interesantes. Sé que no llegaré a ser una García Márquez o una Vargas Llosa, primero porque no tengo aquel ingenio deslumbrante y segundo porque mi apellido no es compuesto. Tal vez imaginándome como una Carrie Bradshaw lo lograría, salvo que yo no soy escritora, y carezco desapasionadamente del amor por la moda.
-Ahora no estoy muy segura de ir bien encaminada…-

Otro consejo bastante sabio fue “Toma una silla vacía, ponla frente a ti y habla solo. ¡Vamos!, cuéntale a la silla qué pasa contigo. Imagina que esa persona tan irritante está sentada allí” Y así fue como una silla terminó siendo mi mejor amigo... Claro, en algunas ocasiones es bastante conveniente “Papá, creo que te odio”  después de todo, el corazón es frágil, hay palabras que se marcan en los huesos y el olvido se vuelve imposible. ¿A cuántas personas podría salvar de mi palabrería excesiva, a veces dañina, con sólo unos párrafos que nadie pretende leer?

Mejor tomar un poco de papel y un teclado cargado de tinta a ir por la vida provocando heridas. Es más fácil escribir cursiladas que cargar con más culpas y arrepentimientos. Quizás no me encontré a mí misma en estas palabras, pero una parte de mí si se plasmó en ellas. 


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